dimarts, 1 de febrer del 2011

Mirada perdida...

Mirada perdida en un horizonte que nada revela... Ella quizá no ve nada más allá de los libros que ocupan el espacio de su mesa. Una luz tenue baña un ejemplar bastante grueso, y las letras se le juntan.

Bajo esa pequeña luz no se percibe mucho, así como no se vislumbra nada más que lo justo y necesario en esa habitación fría, pero con un calor imperceptible acostado junto al haz de luz.

Pelo alborotado, tono castaño aquí y allá, ojos rojos, humo de un cigarro a medio consumir, bolígrafo en la boca, un pequeño aro en unos labios pequeños y con una suave comisura... En eso se podría resumir lo que de verdad vale la pena de la estampa.

La mirada perdida nunca pierde su rumbo, la cabeza llena de Proust, Freud, esto y lo otro. Cada línea del pesado tomo es un oasis que, lejos de ofrecer paz, ofrece medio minuto menos de descanso para tratar de comprender aquello que es leído.

Semblante cansado, nariz respingona... Y de pronto, un brillo en sus ojos. Ese brillo no es sino la esperanza, un sentimiento que mucha gente nombra y poca pierde. Una leve sonrisa bailando en sus labios de forma tierna y casi imperceptible, como el reflejo de algo que nunca ha existido... Sonrisa que no por ello debe ser tomada a la ligera.

Mirada perdida... Llena de matices inalcanzables para el entendimiento de la mayoría... El cigarro casi consumido apura los últimos instantes de vida de ese haz de luz tenue incandescente... La sombra se hace y ella duerme por fin plácidamente...

Sonrisas imperceptibles, miradas perdidas y brillos en ojos risueños... Pequeños y dulces detalles... Esos pequeños detalles que le dan a la vida su verdadero significado.


Dedicada a alguien especial que me ha ayudado a dar forma a este texto... Gracias por esa mirada perdida y esa sonrisa imborrable en mi pensamiento.