La noche se cernía sobre la mansión en la que ya solo había una pequeña luz encendida, y yo, me encontraba en aquél resquicio de luz todavía existente. Examinando mis libros, sacando un poco de polvo que descansaba sobre uno de los pesados volúmenes de una de las estanterías, leyendo de vez en cuándo algún pasaje que para mí podría haber significado algo en otra época...
Pero todo era poco para hacerme olvidar el recuerdo de la amada perdida recientemente, el recuerdo de aquella persona que me completaba y que hizo de mí todo lo que ahora soy.
En aquella sombría estancia no me quedaba nada más que un retrato, mis libros e imborrables recuerdos de tiempos pasados, casi siempre mejores a los venideros.
De pronto, mis oídos perciben un fuerte sonido, proveniente de detrás de la puerta, un sonido seco e intenso.
-¿Sí? ¿Quién a estas horas, puede perturbar la paz que en mi corazón anida, y que nada puede consolar?. Seguramente, debe ser un viajero que a mi puerta ha venido a tocar, sí, es eso y nada más! - dije yo sin mucho convencimiento.
Silencio...eso obtuve y nada más.
Me senté en el sillón aterciopelado junto a la chimenea y me quedaba ya medio adormilado cuando de pronto volvió aquél sonido , aquella llamada a la puerta que repuesta no me daba.
-Señor -dije- o señora, imploro que me perdonéis pero estaba yo medio adormilado en mi butacón y me asustasteis llamando tan quedamente a la puerta, que en verdad no sabía si creer que llamaban a mi puerta o era un mera ilusión.
Y abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.
Escruté en lo hondo de aquél pasillo, oscuro completamente, pero no hallé respuesta alguna a mis palabras.
-¿Leonora? - dije yo en un susurro.
De nuevo en mi habitación, no tardé en volver a escuchar tocar con más fuerza esta vez.
-Ciertamente, algo sucede en la reja de la ventana, dejadme pues ver qué sucede y así podré acabar con este misterio de una vez por todas, ¡es el viento y nada más! - me dije.
Abrí la puerta del ventanal de golpe y de repente entró con un batir de alas elegante y gracil un majestuoso cuervo, sin asomos de reverencia alguna, y fue a posarse directamente sobre el busto de Palas que reposa en el dintel de mi puerta.
-Aún con tu cresta mocha y tus alas de ébano, no serás un cobarde, amenazador cuervo. Dime, ¿Cuál es tu nombre?
Y el cuervo dijo: ''Nunca más''.
Tras el momento de asombro al escuchar hablar a aquél carroñero animal de forma tan clara, me di cuenta de que solo sabría decir esas palabras, pues nada tenían que ver con aquello que le era preguntado.
Ante tales murmuraciones el cuervo volvió a soltar aquellas secas pero directas palabras...
-Nunca más.
Moví el butacón para situarlo en dirección a la puerta, para poder ver el rostro de aquél animal que sobre el busto había ido a descansar.
-Una visita, una incómoda visita, sí, eso es y nada más.
Entonces me pareció que el aire de la habitación se enrarecía y se tornaba más denso y perfumado, como si un incensario fuese suspendido en él por dos querubines alados.
-¡Oh, extraña criatura! ¡Pájaro o demonio! ¡Te imploro que me digas a qué has venido, si has sido enviado por aquél Dios que eligió llevarse tan pronto con él a mi amada Leonora o por ella misma! - dije yo entre aspavientos.
A lo que el cuervo me respondió sin mover una sola pluma: ''Nunca más''.
-¡Sea esa tu última palabra pájaro carroñero! ¡Vete! ¡Vuelve a la tempestad de la noche y no dejes pluma negra alguna! ¡Abandona el esculpido busto del dintel de mi puerta!
Pero el cuervo nunca emprendió el vuelo... Aún sigue posado en el pálido busto de Palas Atenea, sobre el dintel de la puerta de mi habitación. Y sus ojos tienen la apariencia de los de un demonio que está soñando. La tenue luz de la estancia recorta su sombra en el suelo, y su mirada vigila mi imagen muerta, que no volverá a ser libre... ¡Nunca más!
(Ambientado libremente de mi poema favorito, El Cuervo, de Edgar Allan Poe).